Proyectiles de Artillería

Proyectil artilleriaEn algunos dibujos de la antigua artillería, incluido el cañón de Mile­mete, se pueden ver proyectiles en forma de dardo que, seguramente, se utiliza­ron junto a proyectiles aproximadamente esféricos de hierro forjado que, con­forme aumentó el calibre de las piezas, fueron sustituidos por otros de piedra. Éstos, se labraban a pico, clasificándose después mediante unos moldes de hierro o calibradores. Para hacemos una idea de la importancia que alcanzaron, citaré que, en los contratos, se preveía de qué cantera o canteras, a veces situa­das bastante alejadas, se debería extraer la piedra. 

Aquellos primeros proyectiles recibieron los nombres genéricos de pelotas, bolaños o pellas y, más tarde, el de balas; sin embargo, basándose en una cita de Pulgar, Vigón afirma que las pellas eran artificios incendiarios, aunque también es posible que, al no existir en aquellos tiempos un nombre específico para los proyectiles incendiarios, se utilizara el de pella como nombre genérico, seguido de la correspondiente explicación de sus características.  

 Cuando el calibre de las lombardas fue reduciéndose, se volvió a las pelotas de hierro, hierro emplomado e, incluso, cobre, si bien continuaron   utilizándose las de piedra. Como ejemplo, durante el sitio de Ronda (1485), «ficié­ronse...pelotas redondas grandes é pequeñas de fierro, é destas facían muchas en molde, porque en tal manera templaban el fierro, que se derretía como otro metal.., lo que nos indica que se emplearon pelotas de hierro, en contra de lo que dice Almirante, al afirmar que sólo se emplearon las de piedra.

Proyectil ArtilleríaEn cuanto a la artillería menuda, dada la mayor facilidad de construc­ción,  utilizaban pelotas de hierro o plomo y los llamados bodoques, que no eran más que unos dados de hierro emplomado, con una proporción de hierro variable entre 1/6 y 1/3 del peso total. 

Las piezas de tiro curvo tales como las bombardas trabuqueras, morte­ros, pedreros y córtagos, además de los bolaños de piedra, usaron todo tipo de proyectiles, entre los que se incluían los de hierro, sacos llenos de guijarros, arti­ficios incendiarios y las llamadas balas de fuego. Éstas, eran inicialmente unos proyectiles huecos de madera que, antes de 1460, fueron construidos en Italia a base de dos semiesferas de bronce unidas por una faja y dos aros de hierro cruza­dos; para el encendido de la carga interior, contaban con un orificio en el que era colocado un pedazo de yesca, que se encendía con el propio disparo. Este tipo de balas, al igual que las empleadas en el sitio de Ronda, pueden ser considera­das como las antecesoras de las bombas y granadas posteriores.

El nacimiento de las balas huecas rellenas de pólvorabombas, como el de tantos otros ingenios, no está nada claro. Así, Mayzeroy y Bardin citan la obra de Valturio (1472) que contiene el dibujo de una pieza similar a un obús, preparado para disparar una esfera de bronce rellena de pólvora, cuya invención se atribuye a un tal Segismundo Malatesta, señor feudal de Rimini, que murió en 1457; para Ríos, las tropas de Alejandro Farnesio fueron las primeras en usarlas, durante el asedio a Watendonck (1588), mientras que otros autores señalan los sitios de Meziéres (1521), Rodas (1522) y Ostende (1602).  

Proyectiles ArtilleríaComo vemos, es prácticamente imposible conocer los detalles exactos sobre el nacimiento de las bombas. Sin embargo, sabemos que a mediados del siglo XVI ya eran conocidas, aunque su uso no se generalizó hasta el siglo siguiente, cuando los holandeses las emplearon con sus morteros cilíndricos y con recámara.

La denominación de granada se dio a las bombas de menor tamaño, tomando el nombre de las que se utilizaban para lanzar a mano y, al igual que aquéllas, estaban rellenas de pólvora y disponían de un taladro o boquilla para colocar la espoleta. Normalmente, el hueco interior era concéntrico con la superficie externa pero, durante algún tiempo, se hizo excéntrico ya que se pen­saba que si en el lado opuesto a la boquilla, se hacía un culote, con la pared de la granada o bomba más gruesa, caería con la boquilla hacia arriba. 

En  el siglo XVI, los alemanes probaron algunos proyectiles de forma oblonga yojival y, en el XVII, los franceses desarrollaron bombas cilíndricas, que llegaron a ser lanzadas por el príncipe de Condé sobre Lérida en 1647. Una de estas bombas, conservada en el Museo del Ejército de Madrid, pesa 85,355 kg y tiene un diámetro de 31 cm en la base superior y de 29,5 cm en la inferior. A pesar de todo, ninguno de estos proyectiles tuvo aceptación, no pasando de ser meros ensayos, prácticamente, hasta mediados del siglo XIX.

Artillería ProyectilesLos sacos llenos de guijarros lanzados con los morteros y demás armas de tiro curvo, pueden considerarse los primeros proyectiles de metralla aplicados a la artillería. Algún tiempo después, su uso se extendió a las piezas de tiro tenso, por el simple procedimiento de cargarlas con piedras, clavos, trozos de hierro, etc. Finalmente, se emplearon balas de arcabuz u otras similares, colocadas en saquitos, racimos, botes de hojalata y planchas de hierro o de zinc, así como en granadas y todo tipo de proyectiles.

Los primeros tiros de metralla, según todos los indicios, los realizó Pedro Navarro durante la batalla de Marignano (1515), utilizando trozos de hie­rro, piedras, balas de plomo o de tierra cocida, etc. Aunque, en un primer momento, no se emplearon para la artillería de campaña, a partir de entonces, fueron muy útiles en la defensa de brechas. 

Artillería ProyectilesDado que el fuego griego y sus múltiples derivados se conocían desde mucho antes, era sólo cuestión de tiempo que acabaran aplicándose a la artillería, formando distintos compuestos, con o sin pólvora. De hecho, como ya hemos visto, en el siglo XV se fabricaron diversos proyectiles incendiarios y balas de fuego que, en los siglos posteriores, acabaron perfeccionándose. Así, parte de las 53 mezclas citadas por Diego de Alava  eran para ser lanzadas con artillería. Sirva como ejemplo la descripción de las que denomina balas de fuego: «... Se hacen de diferentes suertes de ellas, unas de alambre y estaño, otras de bronce y estaño y otras de hierro y estaño. Han de ser huecas para que reciban en sí los materiales que luego se dirán. Se tiran con artillería, llenando la mitad de ellas de pólvora fina y la otra mitad con mixtura. También se pueden arrojar con la mano para defender baterías y serán de gran defensa para los que se hallaren cercados. Si el cebador de estas balas se hiciese grande y ellas fuesen tan gruesas que pudie­sen entrar dentro algunos arcabucillos, bien cebados, con sus balas y la bala se lle­nase de pólvora fina, poniendo los fogones de los arcabucillos abajo y en medio de la bala un cañón de caña con sus agujeros para dar fuego a la pólvora, sería grandísimo el estrago que harían en los enemigos, tirados con la artillería, a causa de que la misma pieza encenderá el cañón de la mixtura; de suerte que, cuando lleguen a los escuadrones, el fuego no dejaría de tocar la pólvora fina, que comen­zaría a salir fuera y haría que la bala disparase los arcabucillos y que estos mata­sen gran número de enemigos...

A continuación, expone diversas composiciones para la mixtura que, en el caso de las balas de arcabucillos dentro, debería estar formada por cinco libras de pólvora gruesa, una libra de salitre molido y seis onzas de pez española y barníz en grano, a partes iguales de estos dos materiales.

Proyectil ArtilleríaOtros proyectiles de artillería descritos por Diego de Alava son los dar­dos que echen gran fuego y que abrasen el lugar donde se hincaren, las balas que queden pegadas donde dieren, las balas que dan mucha luz, para cono­cer lo que los enemigos hacen, etc., todos ellos basados en la utilización de compuestos incendiarios.

Las llamadas balas rojas, tan tristemente famosas tras el bloqueo de Gibraltar de 1782, eran simples balas calentadas a fragua o en hornillos especia­les hasta el rojo cereza o el rojo blanco, que fueron usadas para incendiar los barcos de madera, aunque también se arrojaron contra poblaciones. Generalmente, su invención es atribuida a los polacos, hacia 1577 ó 1580, pero algunos autores creen que los árabes las pudieron emplear ya en el sitio de Alge­ciras (1342), lo cual, no sería nada extraño si consideramos que César menciona las bolas de arcilla enrojecida que los godos tiraban con hondas, mientras que Vegecio describe los martillos rojos como una especie de saetas, que porque se despiden hechos ascua pegan fuego a todo lo que encuentran.

Proyectil ArtilleríaHacia finales del siglo XVI y, muy especialmente, en los dos siglos posteriores, aparece una gran variedad de proyectiles que, con algunas mejoras, permanecieron en servicio hasta la introducción de la artillería rayada. Muchos de ellos, eran simples modificaciones de los más antiguos, por lo que existe una cierta confusión, a la hora de diferenciarlos adecuadamente. En consecuencia, para una mayor claridad, veamos separadamente las denominaciones más utili­zadas en este campo. Fueron las siguientes:  

Angeles o balas de dos cabezas: Estaban formados por dos semiesferas huecas, unidas por una cadena, que se acomodaba en el interior al introducirse en la pieza.
  • Angelote: Constituido por dos balas esféricas unidas a dos barras de hierro que, gracias a que disponían de una especie de ojales, en el lado opuesto a la bala, se deslizaban entre si. En el siglo XVIII, también se conoció con este nombre a una bala similar a la de estrella, pero con las puntas curvas. 





 

  • Bala de palanqueta: Dos balas o medias balas esféricas unidas por una barra de hierro. 
  • Bala enramada: Como la anterior, pero con la barra articulada en el cen­tro.
  • Bala de cadena o encadenada: Dos balas esféricas unidas por una cadena.
  • Bala de cuatro ramales: Con cuatro balas unidas con cadenas en forma de cruz.
  • Bala de estrella: Con varias puntas agudas, que le configuraban esa forma. Hubo unos proyectiles similares formados con pasta de polvorín, salitre, azufre y antimonio, mezclados con aguardiente alcanforado, utilizados para cargar cohetes, que también se denominaron estrellas. 
  • Bala de puntas de diamante: Como la de estrella, pero con dos puntas solamente.
  • Bala de pernos: Muy parecida a la anterior, con un pasador cuyos extremos sobresalían por los costados. Al igual que todos los proyectiles descri­tos hasta aquí, servían especialmente para destruir las velas y cordajes de los barcos.
  • Bala rasa: Sinónimo de bala  maciza para artillería.
  • Bala de hierro: La de artillería, por oposición a la de fusil, que era de plomo.
  • Bala mordida o cortada: La que se deformaba para que hiciera más daño. Normalmente, referida a las de armas portátiles, que se solían morder o agujerear.
  • Bala sorda: La que se arrojaba con poca carga, para el tiro de rebote. 
  • Bala explosiva: Todo proyectil con carga interior, también llamado hueco aunque, al principio, la bala hueca era la mensajera.  
  • Bala fulminante: La que estallaba al chocar con un cuerpo duro.
  • Bala de bronce y piedra: Era de piedra recubierta de bronce.
  • Bala de aviso o mensajera: Se utilizó por primera vez en el sitio de Stennwick (1551) y consistía en una bala con un hueco en el que se introducía el despacho. Para su fácil localización, se le colocaba una mecha humeante.
  • Bala de flecha:  Proyectil alargado y cilíndrico destinado a penetrar en los blindajes de los barcos. 
  • Balas incendiarias y de iluminación: Similares a las empleadas desde el siglo XVI, con diferentes mezclas. Según Almirante, estaban formadas por un mixto cubierto por un lienzo fuerte y bien cosido, y reforzado con un entor­chado de alambre, si bien debieron construirse otras muchas variantes.
  • Fuegos artificiales: Nombre genérico de todos los proyectiles incendiarios o de iluminación.
  • Carcasa.: Artificio incendiario de forma oblonga o esférica, compuesto de 2 ó 3 granadas y una masa de estopa embebida en pez, trementina y otros combustibles. Todo ello, envuelto en una tela embreada y puesto en una especie de linterna, sujeta por unas fajas de hierro con abrazaderas. Su peso normal era de 18 a 24 libras, pero las hubo de 50 e, incluso, 230 libras. Hacia mediados del siglo XIX, sólo se utilizaban las esféricas para iluminación. 
  • Pollada: Muy parecida a los racimos de metralla, contaba generalmente con tres capas de granadas de mano, colocadas sobre unos platos de madera, con largos estopines alrededor de la espiga central, que salían por detrás del culote. Se usaron para morteros y pedreros, aunque tuvieron poca aceptación. 
  • Perdigana: Cada una de las 12 granadas que arrojaban ciertos morteros,  con unas bombas similares a las polladas. 
  • Piedra de fuego: Pequeño cilindro moldeado, compuesto a base de azufre, salitre, polvorín, pólvora en grano, antimonio y aceite de trementina que, colocado en número variable en las granadas, servía como pro­yectil incendiario.
  • Lágrimas: Pequeñas bolitas del tamaño de un garbanzo, hechas de hilos cocidos en aguardiente y empapados en una mezcla de ocho partes de pólvora, una de salitre y otra de alcanfor disuelto con aguardiente, y revuelta finalmente en polvorín, usadas para la carga de cohetes.
  • Triquitraque: Cohete pequeño que se empleaba para rellenar la cabeza de los grandes. Era un cartucho de papel grueso enrollado en la baqueta de un fusil y relleno de pólvora, doblado por los extremos y atado por el centro.
  • Cohetes errantes y truenos: Pequeños cohetes muy semejantes al anterior y para su mismo uso. Por otra parte, también se llamaron truenos a los pro­yectiles que disparaba la pieza de artillería del mismo nombre. Así mismo, la propia denominación parece indicamos que, anteriormente, pudo ser algún tipo de proyectil explosivo/incendiario que, al ser citado en las crónicas, llevó a error a más de un historiador, al confundirlo con un arma de fuego.
  • Bala ensalerada: Para disminuir el viento, según algunos autores, o para poder lanzar granadas con los cañones, sin que se giraran dentro del tubo, según otros, se idearon unos zoquetes de madera sujetos a la granada por medio de unos flejes metálicos, llamados saleros que, al salir el pro­yectil de la boca del arma, por la acción de los flejes, se separaban de la granada y caían al suelo. La bala así formada se llamó ensalerada y el car­tucho, constituido por la pólvora, salero y granada, embalado. Se empleó hasta que apareció la artillería rayada. Podemos definirlas como antecesoras de las actuales granadas contracarro de energía cinética (flecha) o APFSDS (contracarro estabilizadas por aletas con “sabot” desprendible, o “salero” desprendible).
  • Shrapnell: Inventado en 1810 por un coronel inglés del mismo nombre, consistía en una granada rellena de balas y dotada de una espoleta graduada, que debería estallar en el aire, con lo que la metralla cubriría una gran zona. Los problemas para construir una espoleta suficientemente eficaz, no permitieron su desarrollo definitivo hasta la PGM, en la que todavía se utilizaron algunas variantes.

Por último, no quisiera dejar de citar, aunque sólo a título anecdótico, toda una serie de proyectiles que, si bien, no eran lanzados por piezas de artillería, eran muy similares a algunos de aquéllos e, incluso, en ciertos casos, sirvie­ron de base para su desarrollo. La mayoría de esos proyectiles se diseñaron para ser tirados con la mano, pudiendo destacarse los siguientes:

  • Alcancía:  Artificio de fuego que se empleó mucho en los abordajes, para incendiar el barco enemigo. Se construyeron desde muy antiguo, con diver­sas mezclas derivadas del fuego griego metidas en vasijas de barro, reci­biendo nombres tales como marmita de Irak, de Siria, del Mogreb, vaso de Helyledjeh, etc.  
  • Olla ciega o de fuego: Más moderna que la alcancía, pero muy similar a ella. Según Tamarit, «olla de barro en que se pone una granada car­gada y cubierta de pólvora fina; tapada luego con un pedazo de pergamino o piel, se le cruzan dos cabos de mecha encendidos por las asas y se arroja al paraje que quiere incendiarse; también sirve para iluminar un foso». Por otra parte, Diego de Alava cita hasta 10 mezclas incendiarias para las ollas, que también llama alcancías. 
  • Granada de mano: Como una olla de fuego, pero cargada solamente con pólvora.
  • Trompa de fuego: Era una especie de lanza, en cuyo extremo delantero se colocaba un tronco hueco en sus tres cuartas partes, relleno de mezcla incendiaria. El autor, tantas veces citado, Diego de Alava, dice que debía tener una longitud de 63 a 84 cm y proporciona la composición de 10 mezclas para ellas afirmando que podían ser de mucha importancia para guardar un camino, una nave, galera o cualquier otro paso. Así mismo, menciona que, para mayor eficacia, alrededor del tronco hueco, se le podían atar arcabucillos  o espadas afiladas. Recordemos que los árabes emplearon unas lanzas con fuego griego, que debieron ser muy similares a estas trompas. Además, Vegecio describe la phalarica roja «como una especie de lanza que lleva entre el mango y la hoja un tubo lleno de azufre, resina, betún y aceite incendiario, revuelto todo con estopas que, tras darle fuego, se lanzaba contra las torres enemigas para prender/es fuego».  
  • Petardo: Ingenio explosivo destinado a derribar puertas o paredes de poco espesor. Para ciertos autores, lo utilizó por primera vez en Bona (finales de 1587) un tal Martín Schenk; sin embargo, otros aseguran que Enrique IV de Francia ya lo empleó en 1580.   
  • Hacha de viento, antorcha, guirnalda de fuego, etc: Eran artificios ilumi­nantes de diferentes formas y composiciones, según la función a la que estaban destinados (defensa, ataque, mina, marchas, etc.).  
 
Este sitio web fue creado de forma gratuita con PaginaWebGratis.es. ¿Quieres también tu sitio web propio?
Registrarse gratis