La Armas de Fuego voladoras || Armas modernas
Armas Voladoras
Dado que los chinos e indios fueron los pioneros en el uso de
fuegos artificiales, no debe extrañarnos que generalmente sean considerados
inventores de los cohetes de guerra, a pesar de que algunas crónicas citan el empleo de este tipo de ingenios por los bizantinos en el siglo VII y siguientes. Sin embargo, teniendo en cuenta que esos ingenios son descritos como unos
“tubos rellenos de fuego griego lanzados con la mano”, no creo que debamos tenerlos en cuenta dado que carecían de propulsión propia, que es precisamente una de las principales características de los
cohetes.
Noticias históricas
Las flechas de fuego voladoras chinas son los cohetes más antiguos de los que tenemos constancia, siendo utilizados en la defensa de la ciudad de Kai Fung Fu frente a los mongoles (1232) y, dos años más tarde, contra los tártaros. A partir de entonces, existen numerosas referencias sobre su uso tanto por parte de los chinos como de otros pueblos, entre los que destacan los coreanos y los habitantes de Timor, que los emplearon contra los indios en 1399. En líneas generales, eran largas flechas de bambú que llevaban un cohete atado en la parte delantera, siendo lanzadas desde afustes de madera o bambú, algunos dotados de ruedas. Además, tanto los chinos como los coreanos (2) construyeron ejemplares con soportes para una gran cantidad de flechas, es decir, algo parecido a los lanzacohetes múltiples actuales. Incluso, en algunos dibujos chinos son apreciables unos lanzadores múltiples y portátiles que se apuntaban a la estima (fueron denominados “hwach”), por lo que cabe suponer que su eficacia debía ser más psicológica que otra cosa.
Aunque sea en el plano meramente anecdótico, creo que vale la pena reseñar dos modelos de cohetes chinos: El pájaro y el dragón de fuego. El primero fue llamado así porque montaba dos alas similares a las de un pájaro, mientras que el segundo, diseñado para ser lanzado desde el agua, recordaba a ese animal mitológico y disponía de varios cohetes propulsores que entraban en funcionamiento de forma sucesiva, por lo que podemos considerarlo el primer cohete de dos etapas de la historia, siendo su alcance estimado de unos 1.600 metros.
Flechas Chinas
Los árabes introdujeron en Europa las llamadas
flechas chinas que fueron lanzadas durante el
asedio a Valencia en 1288, siendo usadas a partir de entonces de forma muy esporádica. Según
Clonard, un químico anónimo describe aquellas
armas de la siguiente manera: «AI
cohete se le pondrá una varilla recta y muy ligera que sea dos veces mas larga o algo más que la longitud del tubo á fin de que le sirva de timón cuando se dispare en una dirección, ya sea hácia arriba, ya hácia los lados, conforme convenga. Póngase despues el tubo sobre un caballete, como la saeta en la ballesta, y con semejante apoyo podrá dispararse. El caballete sobre que ha de descansar el tubo, estará dispuesto de modo que tenga una canal, en la cual quede ajustado; la parte de la varilla estará metida en un aparato perforado en toda su longitud, al modo de caña, de manera que pueda entrar toda en el hueco y darla la dirección que se quiera... Si con este
cohete se quiere hacer estragos contra el enemigo, póngase dentro alguna materia sólida, como azúfre, piedras ó pez, y arrójese contra el punto que se quiera y arderá. Si se desea que el tiro haga mucho estruendo y se oiga desde lejos, métanse cartuchos pequeños en el cohete, los cuales se inflamarán con mas retardo y durará por lo mismo más tiempo el ruido».
Uso generalizado de cohetes en Occidente
Dada la escasa eficacia de los cohetes de aquella época, hubo que esperar hasta principios del siglo XIX, con la entrada en servicio de los modelos de Congreve, para que su uso se generalizara en Occidente. De todas formas, aunque con resultados poco favorables, fueron utilizados en algunas ocasiones e, incluso, se idearon versiones mejoradas que tampoco tuvieron éxito. Veamos algunos ejemplos.
Tanto Padovani en el sitio que puso a la ciudad de Mestre (1379) como Giovanni Dunois (1449) en la toma de la plaza fuerte de Pont-Andemer emplearon cierto número de
cohetes que no fueron decisivos en el combate.
Leonardo da Vinci intentó, en el año 1500, instalar un gran número de cohetes con distinta inclinación en la rueda de un carro de asalto, de manera que sirvieran para sembrar el pánico entre las formaciones enemigas.
En 1630, Siemenowicz propuso la fabricación de un lanzacohetes múltiple que denominó cicogne, que nunca llegó a fabricarse.
El famoso matemático y físico inglés Isaac Newton construyó, en 1680, un carruaje movido por la reacción de un chorro de vapor dirigido hacia atrás.
Fernández Medrano aseguraba en su libro “El perfecto artificial, bombardero y artillero” que podían hacerse cohetes desde una onza (28,5 gr) hasta más de 60 libras (27,6 kg), y citaba las proporciones de los ingredientes para su fabricación, si bien los consideraba de poca utilidad.
Una obra anónima mencionada por Salas y escrita en Barcelona entre 1756 y 1758, señalaba las dosis para la construcción de cohetes de hasta 100 libras castellanas (46 kg), aclarando así mismo que "el ánima puede ser hecha cargándolos con aguja, como es común en los demás, o bien, cargándolos en sólido y abriendo después el ánima con barrenas".
Hacia 1707, Freguier realizó experiencias con cohetes dotados de estabilizadores, colocados en la parte posterior.
Durante la campaña que el
Ejército británico llevó a cabo en el golfo de Bengala en 1780, las tropas del príncipe Haider Alí derrotaron a las del coronel Bayley usando gran cantidad de cohetes, que fueron especialmente eficaces contra la
caballería, a la que produjeron un gran número de bajas. Más tarde, hacia 1790, su hijo, Tipoo Sahib, aumentó el número de
artificieros de cohetes de 1.200 a 5.000, infligiendo nuevas derrotas a los británicos en los años posteriores. Aquellos
cohetes pesaban 5 kg, conseguían un alcance de unos 2 km. y disponían de una caña estabilizadora de bambú de más de 3 metros de largo. Además, los
cartuchos de cartón utilizados en los
fuegos artificiales fueron sustituidos por otros de hierro.
Cohetes Congreve
Tomando como base los modelos indios, el general británico William Congreve ideó un sistema de cohetes incendiarios que fueron probados en 1805 ante el príncipe regente y el primer ministro William Pitt. Inmediatamente, se pensó bombardear la flota francesa anclada en Boulogne, hecho que no se produjo hasta octubre de 1806 debido al mal tiempo. Durante la incursión, efectuada por chalupas y bergantines situados a unos 2.400 metros del puerto, se lanzaron unos 200 cohetes que averiaron un buen número de navíos e incendiaron diversos edificios de la ciudad.
Tras el éxito cosechado en
Boulogne, al año siguiente, la
Marina británica realizó un nuevo ataque contra Copenhague aunque, esta vez, según los diferentes autores de la época, llegaron a
dispararse entre 25.000 y 48.000 cohetes, que dejaron la ciudad prácticamente arrasada. A partir de entonces, el uso de los
cohetes se extendió rápidamente, siendo empleados por los principales Ejércitos y Marinas de todo el mundo.
Los cohetes construidos inicialmente por Congreve estaban constituidos por: Cartucho o cuerpo, pote o cabeza y cola o vara de dirección. Pesaban 17 libras (7,8 kg) sin la vara, tenían un calibre de 3 pulgadas (7,6 cm) de calibre, y disponían de un mixto propulsor compuesto de nitrato potásico (62,43 %), carbón (24,33 %) y azufre (13,22 %).
Los diferentes
Ejércitos intentaron mejorar sus
cohetes, sustituyendo las ataduras de bramante que unían la vara al cuerpo por dos aros de hierro y, más tarde, cambiando la vara lateral por otra roscada al centro, lo que obligó a colocar cinco toberas laterales en lugar de la central. Con ello, el
cohete seguía una trayectoria mucho más regular y, en consecuencia, aumentó la precisión.
Para evitar el retardo producido en la ignición, Congreve añadió clorato potásico al mixto propulsor, consiguiendo una combustión más violenta, al tiempo que mejoró el alcance. Por su parte, el coronel austriaco Augustin encontró otra solución, instalando una caja de plomo con cierta cantidad de pólvora detrás del culote, que servía tanto para lanzar violentamente el cohete como para encender el mixto de propulsión.
Con la finalidad de suprimir el uso de varas de dirección, cuya longitud representaba un serio engorro, se estudiaron diferentes métodos de estabilización que no precisaban de aquéllas. Así, en 1815, los Estados Unidos iniciaron la construcción de cohetes dotados de varias toberas inclinadas que los hacían girar durante el vuelo. Algunos años después, en 1823, la India realizó también cohetes estabilizados por rotación, conseguida en este caso mediante una especie de álabes interiores. Sin embargo, la solución más eficaz la encontró William Hale en 1846, al incorporar tres aletas estabilizadoras, con las que lograban trayectorias de gran regularidad. Recordemos que, Freguier experimentó soluciones similares hacia 1707.
Cohetes de Toberas
El Marqués de Viluma propuso el lanzamiento de un cohete de toberas inclinadas con una pieza de artillería, de manera que se obtendrían «dos alcances, el primero dado por la pieza, y el segundo por el mixto del cohete, que empezará a obrar cuando el proyectil haya llegado a la parte más elevada de su trayectoria». Posteriormente, explica la posibilidad de conseguir hasta 5 ó 6 alcances, colocando sucesivas cargas de pólvora. Este sistema, que podría ser considerado como antecesor de las actuales proyectiles de propulsión adicional (PEPAD), seguramente no habría dado resultados aceptables pues, no olvidemos que la desviación en alcance normal de un cohete de aquella época variaba entre 1/6 y 1/4 de la distancia de tiro.
A lo largo del tiempo, Congreve desarrolló diferentes modelos de cohetes, entre los que destacaremos los siguientes:
- De 42 libras, con carga incendiaria de 12 ó 18 libras y alcance máximo de 3.500 yardas (3.200 metros).
- De 32 libras, con granada ovoide de 12 ó 24 libras y alcance máximo de 3.500 yardas.
- De 32 libras, con carga incendiaria de 8, 12 ó 18 libras y alcances máximos de 3.000, 2.500 Y 2.000 yardas, respectivamente.
- De 32 libras, con carga de pólvora y 100 ó 200 balas de carabina, cuyos alcances máximos eran de 3.000 y 2.500 yardas, respectivamente.
- De 32 libras, con granada esférica de 9 libras y alcance máximo de 3.000 yardas.
- De 32 libras, con carga de pólvora de 5 a 12 libras y alcances máximos de 2.500 a 3.000 yardas.
- De 12 libras, con carga de pólvora y 48 ó 72 balas de carabina, y alcances máximos de 2.500 y 2.000 yardas, respectivamente.
Dinamarca, tras el bombardeo de Copenhague, encargó la construcción de cohetes al capitán Schumacher, que diseñó los siguientes:
- De 26 libras y 3,5 pulgadas de calibre, que podía disponer de una bala hueca o un pote lleno de pequeñas granadas, con un peso de 13,5 libras.
- De 21 libras y 3 pulgadas de calibre, con una carga incendiaria de 8,3 libras.
- De 19 libras y 3 pulgadas de calibre, con bala hueca o granadas de 6,75 libras.
- De 18 libras y 3 pulgadas de calibre, cargados con pote cilíndrico lleno de balas de fusil, peso de 5,7 libras.
En cuanto a los austriacos, el coronel Augustin desarrolló sus propios ingenios, de manera que, en 1821, contra los napolitanos, emplearon 15 afustes para cohetes de 2,5 pulgadas, cargados con una granada de 3,1 puIgadas.
Por su parte, Napoleón encargó al capitán Brulard que contactara con Schumacher, para recibir información sobre sus cohetes, comenzando la fabricación de modelos similares a los daneses en 1813. Más tarde, diseñaron sus propias versiones, en las que primaba el alcance sobre la precisión, hasta el punto de que en el sitio de Sebastopol (1854) utilizaron ejemplares de 7.000 metros de alcance, con una carga explosiva de 40 kg de pólvora.
En España, a pesar de que no se les atribuyó excesiva importancia, también se hicieron algunos ensayos con cohetes a partir de 1817, siendo de destacar los realizados en Cuba en 1832, con versiones de metralla de 6 y 3 libras, aunque los resultados no fueron nada alentadores. De hecho, si bien fueron usados en las operaciones de Navarra (1835) y en Marruecos (1859), lo cierto es que nunca alcanzaron un desarrollo aceptable.
Mientras que los primeros cohetes eran lanzados desde sencillos caballetes, la introducción de la vara central permitió la adopción de tubos metálicos, con los que aumentó la precisión. Además, como consecuencia lógica, aparecieron diversos afustes multitubo de campaña, que contaban generalmente con 8 tubos de cobre, estudiándose otras variantes como la propuesta por el marqués de Viluma con 10 tubos colocados en dos filas.
Cohetes navales
Por razones obvias, los
cohetes tuvieron una gran aplicación como
artillería naval. De hecho, la posibilidad de lanzarlos desde embarcaciones pequeñas, proporcionaba una gran flexibilidad de empleo, al mismo tiempo que favorecía la realización de operaciones por sorpresa.
Los caballetes usados eran semejantes a los terrestres, aunque los soportes eran sustituidos generalmente por uno de los mástiles del barco, en el que previamente se había instalado una espiga para fijar el lanzador a distintos ángulos de inclinación. Para darle fuego al cohete, los operadores disponían de una larga cuerda que actuaba sobre una llave de fusil, acoplada al efecto.
En las embarcaciones de cierto tamaño, también podían colocarse hileras de cohetes a ambos costados, practicando entalladuras en sus bordajes y protegiendo las zonas expuestas al chorro de los gases. En este caso, según los cálculos de la época, la distancia entre cohetes debía ser de 18 pulgadas, pudiéndose disparar de uno en uno o, si se usaban cebos de comunicación, por ráfagas. Así mismo, se comprobó que era factible usar los cohetes al mismo tiempo que los cañones, siempre que fueran lanzados con grandes ángulos de inclinación pues, en caso contrario, dificultaban el manejo de aquéllos. En consecuencia, sólo eran útiles para los bombardeos.
Algunos grandes navíos recibieron baterías de cohetes en los entrepuentes, abriendo unas escotillas en los costados, de manera que no interferían en absoluto con las baterías de cañones. Este fue el caso, por ejemplo, del navío Galgo, que incorporó 21 lanzadores, y de la corbeta Erebus, en la que Congreve instaló un sistema que permitía lanzar los cohetes con cualquier ángulo de elevación, sirviendo tanto para los bombardeos como para acciones ofensivas y defensivas contra otros navíos.
Por último, los británicos también usaron cohetes sobre brulotes o navíos incendiarios. En este caso, se situaban en unas planchas agujereadas colocadas unas encima de otras, de manera que, una vez abandonado el barco por la tripulación, las llamas se extendían por los aparejos hasta que daban fuego a los cohetes. De esta forma, si todo salía según lo previsto, cuando el brulote alcanzaba a los navíos enemigos, éstos recibían una lluvia de cohetes de efectos demoledores. No olvidemos que, según Congreve, este tipo de barcos podía llevar hasta 1.200 de estos ingenios.
En resumen, podemos afirmar que, a pesar de que los cohetes obtuvieron algunos éxitos destacables durante el siglo XIX (7), lo cierto es que la entrada en acción de la artillería rayada, de mayor alcance y precisión, prácticamente los hizo desaparecer del campo de batalla durante varias décadas.